Hoy quería ocupar el espacio que me deja este blog (casi abandonado) con una reflexión personal.
Me he dado cuenta de lo poco que apreciamos los momentos con otras personas. No con cualquier persona, si no con las que nos hacen sentir bien. Son ratos que pasan veloces, y tal como llegan, parecen marcharse. Al menos esa es la sensación que hoy me ha asaltado. Pasé dos días buenísimos en los que me reí muchísimo con una gran amiga que vino a Madrid (de verdad que esas horas me llenaron tantísimo), pero justo el sábado a la tarde se torció por una mala noticia. La burbuja de felicidad explotó y, al día siguiente, no quedó nada de aquello.
Tuve que asistir a un evento al que a nadie le gusta hacer acto de presencia porque, precisamente, se reúne la gente para reparar en esa persona que ya no está.
A lo que voy es que, hoy, varios días después, escuchándome más de cerca, he comprendido de pronto que me sentía algo melancólica. No lo había notado, pero una carga se había agazapado en mi espalda y había clavado sus uñas invisibles. Porque lo que impacta en tu vida, provoca un seísmo en el resto de días de tu existencia. Tanto lo bueno como lo malo, aunque esto último resuena con un eco más potente.
Y me he sentido vulnerable, falta de esos recuerdos tan divertidos que había vivido la semana anterior. Sentí que no los había guardado con el cuidado que se merecen, con el detallismo necesario. Pero es que pensamos que los buenos momentos serán eternos, al igual que el equilibrio emocional. Al igual que la salud.
El mensaje que quiero trasmitir es que abracéis, que disfrutéis de la buena gente, de los que os quieren y de a los que queréis. Que digáis te quiero. Porque es un mal hábito el sobreentenderlo. El pensar que el otro ya lo sabe. Pero yo hoy necesitaba un abrazo, un te quiero y no lo sabía. Puede parecer algo tonto, pero nunca está de más pisotear el orgullo y abrirse un poquito a los demás.
Mi mal hábito es nunca decir estas cosas. Que en ocasiones muy puntuales como hoy me siento mal, que quiero llorar. Me las trago como un mal veneno. Pero estoy en el dificultoso trabajo auto impuesto de empezar a cuidar de mi mente también, así que escribo esto para creérmelo más. Ha sido uno de los beneficios de escribir La chica del corazón de agua.
Así que…
Escuchaos. Cuidaos. Quered y quereos.
Me ha parecido un texto muy bonito, Sonia, y con toda la razón del mundo. No voy a decirte que abandones tu melancolía porque es algo que no se puede forzar, pero ojalá la uses de gasolina para crear esas historias tan bonitas que nos regalas.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Carmelo. Ahora estoy en una fase de reflexión y no me ha dado por ponerme a escribir porque tampoco me quiero forzar. Pero prometo volver con energía renovada 🙂
Besis 😘
Me gustaMe gusta
Vaya, cuánta razón tienes… Nos cuesta mucho apreciar la.cosas buenas y las malas las dejamos crecer y crecer en nuestro interior.
Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sí que es cierto, por eso es importante hablar con uno mismo y escucharse bien. No dejar que eso crezca y nos haga sentir peor.
Muchas gracias por comentar, bonita.
Besos😘
Me gustaMe gusta