¡Hoy he publicado un nuevo relato! En realidad no lo esperaba. Actualizo el blog únicamente cuando estoy inspirada y me gusta lo que he escrito. Además, como parece que mi #NaNo está muertísimo, me contento con escribir este relatillo hoy. ¡Espero que os guste!
No nos damos cuenta de los verdaderos fantasmas hasta que los vemos. Siempre es así. Da igual lo que hagamos. Si no nos los encontramos de frente, no sabemos que existen. Y no hablo de los fantasmas propios.
Mi hermano pequeño ha sido siempre como un arco iris. Brillaba más en los días de lluvia. Él creaba su propio sol y lucía fuerte y colorido. Saltaba, bailaba, dibujaba simpáticos animalitos, te hacía reír con cualquier tontería que se inventara. Era color violeta, suave y dulce. Aquel tono que se asocia con la magia. Con el entusiasmo y la ilusión.
Me gustaba hacerle de rabiar, pero no fue sino en una de esas ocasiones cuando lo descubrí. Su secreto. Aquel temor terrible.
Se estaba bañando. Papá siempre tenía que forcejear con él para que se duchara. Era arco iris, pero el agua le daba tirria por alguna razón. A veces gritaba…
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