El día 30 de diciembre cayó del cielo una canción que me puso blandita y que me ha hecho pensar en escribirme una carta a mí misma. La canción es promise, de Jimin y dice «Quiero que seas tu luz, cariño. Deberías ser tu luz. Para que no sufrieras más, para que pudieras sonreír más». Y tiene razón. Es algo en lo que estoy poniendo mi empeño, en ser quien me salve, en ser mi propia luz.

Foto: Samanta Jiménez
Es muy difícil quererse a uno mismo, cuidarse. Estamos tan metidos en nosotros mismos que no somos capaces de ver nuestros rasguños, el dolor que nosotros mismos nos provocamos. En mi caso, me exijo mucho y soy bastante machacona. No es algo que haga conscientemente, pero ahí está esa voz insistente que me dice siempre que puedo hacer más, dar más, ser mejor. Debo confesar que me encantaría poder apagar esa voz. Que me gustaría no escucharla a cada rato. Poder disfrutar de las cosas buenas sin ese «ya, pero…». También tiendo a cerrarme mucho en mí misma y a quedarme a solas con lo malo que a veces puedo sentir. Sé que tengo a mucha gente que me quiere a mi alrededor. He empezado a hablar un poco más cuando no tengo un buen día, pero es tan complicado abrir la boca cuando algo por dentro tira de ti para cerrarla. Aún tengo mucho que aprender.
Este 2019 quiero cuidarme un poco más, intentar que esos rasguños sean los menos posibles. Soy una persona muy insegura y que, a la mínima, se hunde en sí misma. Me preocupo y pongo frente a mis ojos los peores escenarios. Sin embargo, esta sensibilidad para algunas cosas, contrasta con lo dura que tengo luego mi armadura exterior. Estoy ahí para todo, escucho todo, aconsejo, pongo mi hombro y mi piel. Pero en lo referido a mí, me cuesta llorar. Llorar por mí, para mí, no con una película o algo triste. Sino el hecho de desahogarme, de expresar esas lágrimas que curan.
No puedo decir que el vacío que llevo sintiendo toda mi vida ha desaparecido. En muy pocas ocasiones lo he vuelto a notar en este año, pero ahí sigue. Estoy acordándome de algunos escritos y poesías que escribí cuando era adolescente. No los entendía del todo en su momento, pero con la perspectiva y experiencia que tengo ahora siento que no he sabido tratarme bien porque aquel agujero sigue abierto en mi pecho. Lo he ido tolerando, ensanchando, haciendo que le crezcan raíces. Es parte de mí y he de aceptar el hecho de que, probablemente, no desaparezca jamás.
Sé que tengo un interior turbio. Que hay una melancolía extrema luchando siempre por arrastrarme a ella y que no la dejo alcanzarme. Alguna vez sí me coge de los talones, porque no siempre tengo fuerzas para pisarla, porque me dejo atrapar. El bienestar a veces pone sus sillones en los lugares más oscuros.
Hacía mucho que no me decía esta clase de cosas. Que no me ponía frente al espejo. Lo he pasado mal en más ocasiones de las que me gustaría reconocer en este 2018. Situaciones que me han sobrepasado y en las que me he sobrepasado conmigo. Por eso quiero hacerme la promesa de intentar tratarme mejor cuando me sienta sola. Porque no estoy sola. Nunca lo estoy.
Mi mente es una cárcel, pero la música difumina las rejas. Es lo que este año ha hecho que sean soportables algunos ratos conmigo misma. Hacía mucho que no escuchaba canciones que me intentaran hablar, que me hicieran replantearme la relación que mantengo con mi cuerpo, con mis pensamientos. Por eso los dos proyectos que empecé este año a escribir van mucho en sintonía a ese mismo mensaje. Conocerse a uno mismo, aceptarse. Y mi proyección en redes están intentando ir en esa línea también. Solo nos tenemos a nosotros mismos, no podemos ser otros; no es posible y no va a pasar.
Llegados a este punto, en el que he releído ya unas trescientas veces lo escrito, mis lágrimas ahora sí son mías. Qué raro sienta a veces reencontrarse, verse reflejada en las cosas que escribes sobre ti.
Sonia, eres testaruda, pero también fuerte. Has salido de muchas y aún ves las cicatrices de las batallas, aquellos moratones. A veces te da miedo mirarlas, sobre todo que el resto las vea. Sabes que tienes que dejar de pensar en que son debilidades. Todo te ha traído a este momento. Un momento feliz, de cierto equilibrio y paz. Debes prometer ser más honesta con tus sentimientos, tener paciencia con ellos. Cuidarte un poquito más, ser coherente con tus actos y tus palabras. Sé tu luz, nadie va a brillar por ti, nadie puede ser tú, vivir lo que tú. Prométeme seguir siendo fuerte. Prométeme pedirte perdón cuando toque.
Te quiere a veces,
yo.