Una de las cosas más frustrantes que ofrece la escritura (si se quiere publicar), es la espera de respuesta por parte de las editoriales a las que has enviado tu manuscrito. Da igual cómo redactes tu carta de presentación o lo que pongas en el cuerpo del mensaje. Si no te pones en contacto con ellas tras unos meses, no obtendrás respuesta. Y, aún así, la mayoría no contestará. Tendrás suerte si, al enviar tu obra, recibes un mail programado indicando que les ha llegado.Hace ya 4 meses de la última vez que una editorial me dijo que necesitaba más tiempo para analizar mi manuscrito. Que comprendo que cada una tiene sus ritmos. No debe ser nada fácil decidir qué publicar, por qué obra apostar, qué portada, presentaciones, merchandising hacer, estimar cuánto puede vender ese autor nuevo, qué tirada imprimir…
Pero hace 4 meses de la última información, más otros cuantos meses previos antes de preguntar por primera vez cómo iba la cosa. Por eso escribo esta entrada hoy; porque hace un rato que he vuelto a enviar varios correos por si alguien me puede decir algo. Que pensarán que soy una pesada, pero no soy nada invasiva. Creo que los tiempos de espera han sido suficientes. He respetado los periodos que indican en sus webs o correos programados.
A lo que quiero llegar es que no es tan complicado decir «no». No es tan difícil tener un mail ya preparado que copiar y pegar para desestimar una proposición. A los escritores nos aliviaría tener alguna forma de saber que no se nos ha olvidado en la bandeja de entrada como no leído. No es un drama obtener una negativa. Aunque reconozco que siempre te quedas un poco decepcionado. Pero al enviar tu obra sabes a lo que te enfrentas. Para bien o para mal.
Pero más que un «no», sienta peor el silencio. Quizá no a todos les pase, pero por ese mutismo yo sí sufro ansiedad y una frustración cada vez mayor. Sin nombrar la inseguridad que uno ya tiene de por sí y que se acrecienta. ¿Valgo para esto? ¿Soy tan pésima? ¿Pero me leen? ¿Será que tengo que abandonar este sueño? ¿Para qué me esfuerzo tanto?
Sí, a veces me apetece gritar. Enviar una cantidad tan grande de correos para que mi nombre sature su bandeja de recibidos hasta que alguien me escriba: «Oye, que sí que te hemos leído. Para».
Pero entonces, ¿por qué lo hacen? ¿Por qué no contestan? ¿Es falta de organización? ¿Es falta de interés? ¿Es miedo o lástima porque no quieren romper nuestros corazones?
Obtener un «no», no es desanimarnos. Y para nada es un fracaso. Es tachar de la lista únicamente un nombre para poder seguir en busca de otras oportunidades. Es dar la vuelta a tu discurso para ver si otro funcionaría mejor. Es reinventarse.
Siento toda esta parrafada. Hay cosas que no comprendo y que creo que jamás comprenderé. Pero pienso que hace falta un pelín más de empatía en esta clase de sectores. Cuando envío un mail no mando unas cuantas hojas llenas de letras. Es un compendio de esperanza, sueños, dedicación, sufrimiento, orgullo, experiencia, anhelos y tiempo. Es un trabajo solitario que requiere mucho esfuerzo y constancia. Es una parte de mí.
Pero bueno, todo esto es solo un pensamiento. No me voy a retirar de esta carrera tan apasionante ni a dejar de escribir. Seré mejor o peor. Gustará más o menos lo que tenga que decir o lo que tenga que contar, pero si me detengo, no podré llegar a mejorar. Solo toca armarse de paciencia y seguir.

Jareth también sabe de esperar.